No podía decidirse si era bueno o malo, así que un día ayudaba al Creador y al siguiente causaba la destrucción.
Ocasta inventó brujas para que le hicieran el trabajo sucio, pero fue atacado mientras vagaba por la Tierra por una dama con un palo puntiagudo. Los hombres del pueblo más cercano le arrojaron al fuego como castigo por sus crímenes.
Pero cuando la muerte se avecinaba, su buena naturaleza prevaleció y bendijo a sus captores con conocimiento, sabiduría y poder. Algunos de ellos se convirtieron en los primeros curanderos. Y todos estaban muy agradecidos. Excepto las brujas.
Género: masculino