Es una deidad taoísta que también es bien considerada por los budistas. Según se cuenta en el Romance de los Tres Reinos, comenzó su vida como un vendedor mortal de cuajada de soja (véase To-fu).
Pero después de un incidente heroico en el que rescató a una dama acosada y mató a un inspector de impuestos, le cogió el gusto a la batalla y se embarcó en una famosa carrera militar con Liu Bei y Zhang Fei, convirtiéndose en uno de los Tres Hermanos del Huerto del Melocotón.
Insólitamente para un Dios de la Guerra, utiliza su habilidad para evitar enfrentamientos si es posible. Una deidad amante de la paz, intenta minimizar cada batalla en la que participa. (Seguro que has oído hablar de Kung Few) Pero su valentía es legendaria.
En una famosa historia, su brazo se dañó en la batalla y necesitó una operación. Ante la incredulidad de los espectadores, se sentó tranquilamente a jugar al Solitario mientras los cirujanos de campo le hacían cosas insoportables en los tendones. (Menos mal que el Solitario es un juego para una sola mano).
Cuando finalmente fue capturado, Wu, el malvado nuevo emperador, le dijo que cambiara de bando o se enfrentara a la muerte. Guan Yu no sólo se negó, sino que profirió un terrible insulto que hizo sonrojar incluso a los soldados.
El leal Guan Yu sabía que cambiar de bando durante una guerra no sólo era inmoral sino que también iba en contra de la Ley. Por su valentía, y porque murió defendiendo cuestiones legales, se convirtió también en el Dios Patrón de los Oficiales de Policía.
La leyenda cuenta que, tras su muerte, Guan Yu se presentó ante un maestro de budismo que meditaba y le pidió orientación espiritual. Lo cual era natural dadas las circunstancias.
Aprendiendo rápidamente los Cinco Preceptos, se hizo budista, alcanzó la Iluminación y ahora dedica el resto de su Inmortalidad a defender la fe. Una posición completamente honorífica, pero extremadamente bien considerada.
Por último, Guan Yu también es venerado como Dios de la Literatura porque consiguió leer una página entera de Confucio sin quedarse bizco.
Género: masculino