En algún momento, cuando el Gran Manitú jugaba con patos y palos, y convertía una balsa en una isla del tamaño del mundo, y la creación iba a un ritmo vertiginoso, alguna madre que había sido una deidad dio a luz a cuatro hijos divinos.
Chakekenapok fue su último hijo nacido, ya que lamentablemente su madre murió al nacer. Esto fue doblemente desafortunado para él, ya que el hermano mayor, Manabozho, culpó a Chakekenapok de este desastre y se declaró protector de la humanidad. Luego otro hermano, Chibiabos, murió y se convirtió en protector de los muertos.
Chakekenapok se dedicó a fabricar pedernales y fuego y a cuidar el invierno. Sin embargo Manabozho no le dejaba en paz se peleaban y se daban de hostias cuando y donde se encontraban.
Con un trozo de cuerno de ciervo mágico, Manabozho consiguió finalmente hacer pedazos al pobre y viejo Chakekenapok. Algunos se convirtieron en pedernal, sus huesos se convirtieron en las raíces de las montañas, y sus entrañas de calamar se convirtieron en vides. Así que no todo fue malo. El último hermano Wabasso se encargó de las tareas del fuego.
Género: masculino