Ella fue muy atraída por Apolo, quien le ofreció cualquier cosa a cambio de sexo. Ella eligió la inmortalidad y luego no cumplió su parte del trato. Pero Apolo no era un dios que se dejara timar y cuando ella miró el contrato de inmortalidad encontró la cláusula: La juventud y la belleza no están incluidas.
Después de unos cientos de años era una pequeña cosa arrugada. Los sacerdotes la colgaron en la pared dentro de una botella y cobraron un extra por ver la curiosidad parlante. Para entonces, las únicas palabras que decía eran: Quiero morir.
Puede que este no sea el final de la historia, ya que 700 años después los romanos la heredaron. Ver Sibila de Cumas...
Género: femenino