No siempre es fácil recopilar todos los dioses y las diosas de una mitología, ya que esta abarca un tiempo y un espacio amplios, en los que además, la tradición oral era la que marcaba la continuidad de los mitos. Muchos nombres y atributos de estos dioses y diosas podían variar en el tiempo y dependiendo de la región. La recopilación que aquí hacemos es la más aproximada que hemos logrado de los principales dioses y diosas de la mitología azteca, pero no los únicos.
Tezcatlipoca, en la religión y mitología azteca, el dios del cielo nocturno, la luna y las estrellas, señor del fuego y de la muerte, una de las figuras más temidas del panteón azteca. También llamado Yáotl ('el enemigo'); se lo asociaba con las fuerzas de la destrucción y del mal. Tezcatlipoca, 'espejo que humea', era uno de los dioses más importantes. A finales del siglo X fue llevado a las regiones centrales de México por los toltecas. Era uno y cuatro: Tezcatlipoca negro, rojo, azul y blanco, cada uno asociado a los cuatro rumbos del universo. Diversos mitos relatan como consiguió expulsar a Quetzalcóatl, la 'serpiente emplumada', dios y rey-sacerdote, de su centro principal en Tula y cómo se apoderó de su reino. Presidía las escuelas regionales donde los guerreros aztecas recibían su educación elemental y entrenamiento militar. Se le consideraba hechicero y maestro en magia negra y solía aparecer representado con una máscara negra y un espejo de obsidiana en el pecho, donde veía todas las acciones y pensamientos de la humanidad. A través de su influencia, se generalizó la práctica del sacrificio humano: se elegía a un prisionero joven y bien parecido para una vida de lujuria y placer durante todo un año, antes de ofrecerlo en sacrificio en el sexto mes ritual, el Tóxcatl; la víctima, ataviada como Tezcatlipoca, subía a lo alto del templo donde se le abría el pecho y se le extraía el corazón.
Quetzalcóatl, dios tolteca y azteca, y soberano legendario de México, habitualmente identificado como la Serpiente Emplumada, traducción de su nombre ‘náhuatl’. En el siglo X d.C., los toltecas transformaron al que fuera un dios de la fertilidad de la tierra, venerado en Teotihuacán antes del siglo IX, en una divinidad vinculada a la estrella matutina y vespertina, Venus. Los aztecas lo concibieron después como un símbolo de la muerte y la resurrección, así como patrono de los sacerdotes. La divinidad opuesta, dentro del dualismo de la religión tolteca, era Tezcatlipoca, dios de la noche, del cielo nocturno. Se creía que había vencido y expulsado a Quetzalcóatl desde su capital, Tula, al exilio, desde donde, según la profecía, regresaría por donde nace el sol como un personaje barbado y de piel blanca. De tal modo, cuando el conquistador español Hernán Cortés apareció en 1519, el rey azteca, Moctezuma II, se abstuvo de enfrentarse a los conquistadores españoles por identificarlos con Quetzalcóatl. La leyenda del exilio de Quetzalcóatl puede reflejar el tránsito en la religión tolteca de las ceremonias agrícolas a la práctica del sacrificio humano (también adoptado por los aztecas), o puede haberse basado en el exilio desde Tula en el siglo X de un rey sacerdote del mismo nombre, que nunca realizaba sacrificios humanos, sino sólo serpientes, pájaros o mariposas. En la época de la conquista española, Cholula era la ciudad sagrada azteca dedicada a la veneración de Quetzalcóatl.
Huitzilopochtli, en la mitología y la religión azteca, dios de la guerra y del Sol. Según la tradición, condujo a los aztecas durante su larga migración desde Aztlán, su mítica tierra natal, hacia el valle de México. Su nombre, del azteca huitzilin, que significa colibrí, expresa la creencia azteca de que los guerreros muertos renacerán como colibríes. Su madre, la diosa de la tierra Coatlicue, lo concibió después de guardar en su pecho una bola de plumas de colibrí —es decir, el alma de un guerrero caído—, que dejó caer desde el cielo.
Como dios sol, Huitzilopochtli renacía cada mañana del vientre de Coatlicue. También se creía que requería sangre y corazones humanos para alimentarse. Las víctimas de los sacrificios que se le ofrecían incluían prisioneros de guerra y guerreros que hubieran muerto en batalla; después de su muerte y sacrificio, esos guerreros formaban parte del brillo del Sol hasta que, después de cuatro años, se encarnaban permanentemente en cuerpos de colibríes. Huitzilopochtli era el dios más poderoso, más temido y odiado por los enemigos de los aztecas.
Se representaba habitualmente a Huitzilopochtli como un colibrí o como un guerrero cubierto con una armadura de plumas de colibrí. El templo construido en su honor en Tenochtitlan (en el sitio de la actual ciudad de México) fue una obra arquitectónica muy destacada en la América precolombina.
Tláloc, en la mitología azteca, el dios de la lluvia, el señor del rayo, del trueno, del relámpago y el que hace fluir los manantiales de las montañas; es semejante a Chac en la mitología maya.
En una cultura campesina y agrícola, como la azteca, este dios era tan importante como Huitzilopochtli, el dios del Sol, ambos necesarios para la producción y fertilización de los campos. Tláloc, temido por su cólera (truenos y rayos), causa la muerte por medio del rayo o del ahogamiento, aunque también es venerado por su generosidad (lluvia). Se le representa como un hombre con ojos grandes y redondos, de cuya boca a veces salen serpientes. Suele ir tocado con sombrero en forma de abanico y siempre aparece junto a él un instrumento agrícola.
Vive en el Tlalocan, lugar situado en las cimas de las montañas, junto a otros dioses menores (tlalocas), que son los encargados de repartir la lluvia, y acompañado por los espíritus de los humanos a los que ha producido la muerte, que moran eternamente en este paraíso, donde abundan las frutas y las verduras.
Xólotl, en la mitología azteca, dios del lucero de la tarde, arrastraba al sol hacia las tinieblas nocturnas, del mismo modo que el perro acompañaba a los muertos hasta su entrada en el inframundo. Su nombre, en náhuatl, significa perro o animal, pero también gemelo. De figura deforme, tenía los pies hacia atrás. También se representaba como un esqueleto con el sol a cuestas o como un perro muerto con una flecha en el hocico. Según la visión de los toltecas, era el doble de Quetzalcóatl durante su estancia en el mundo subterráneo.
Cinteotl, en la mitología azteca, el dios del maíz, hijo de Tlazolteotl, la diosa de la procreación y la inmundicia. Estaba casado con Xochiquetzal, la diosa de las flores. Él era el que se encargaba de que a los aztecas no les faltara su alimento básico, el maíz, y no dudaba en sacrificarse, año tras año para que no les faltase este alimento. A cambio, cuando llegaba la primavera, los aztecas le ofrecían su sangre, que vertían sobre cañas de maíz y las exponían en la entrada de sus casas. Es un dios versátil que aparece también bajo forma femenina y está protegido por el dios del agua, Tláloc.
Tlazolteotl, en la mitología azteca, diosa de la inmundicia y de la basura —según el significado de la palabra náhuatl que la nombra—, del poder que subyace en todas las formas de impureza. Se la asociaba con la hechicería y la purgación de las faltas. Era intermediaria de los penitentes ante el dios Tezcatlipoca, cuyo nombre significa ‘espejo que humea’.
En contra de lo que pueda parecer, su nombre tiene connotaciones positivas y cumplía una doble función. Por un lado, era la diosa de la fecundidad, pues por medio del abono, de la basura, las plantas crecen y los campos fructifican. Y además, como diosa de los amores carnales, odiaba el sexo sucio. Las prostitutas sagradas, que cumplían su función en Tenochtitlan entreteniendo a los guerreros, acababan en el templo de Tlazolteotl, por haberse manchado carnalmente, víctimas de un sacrificio ritual que consistía en una especie de ceremonia profiláctico-higiénica que solía coincidir con la fiesta de Ochpaniztli (segundo mes del calendario náhuatl). A Tlazolteotl se la representaba con un tocado de algodón crudo, vestida con la piel de alguna víctima sacrificial, o con un hábito que llevaba los símbolos de la Luna.
Xochiquetzal, en la mitología azteca, la diosa de las flores que embellecen la tierra. Su nombre significa ‘la flor más hermosa y colorida’. En su honor se celebraban grandes fiestas, en las que se le ofrecían flores, especialmente caléndulas. Esas ceremonias tenían lugar en primavera y eran festivas por completo, sin los sacrificios humanos de las celebraciones de Xipe Totec.
Otro mito cuenta que durante el reinado de Quetzalcóatl, Xochiquetzal enriqueció y adornó el mundo con todo tipo de flores, pero que cuando el dios y rey legendario tuvo que exiliarse de la ciudad de Tula y el poder de los toltecas decreció, la diosa, entristecida, se hizo menos generosa con sus favores y decidió refugiarse en el mundo de ultratumba, del que salía a veces, sobre todo, en primavera.
Xipe Totec, en la mitología azteca, el dios de la primavera y de la lluvia nocturna bienhechora. Su nombre significa ‘dios desollado’, nombre que tiene que ver con las ceremonias que en su honor se practicaban en la primavera.
Como otros dioses presenta dos aspectos contradictorios. Por un lado es el dios benefactor y generador de las cosechas, por lo tanto, el favorecedor de la agricultura, ya que él mismo se despellejó para alimentar a las plantas, que a su vez serían el alimento de la humanidad. Es la metáfora sobre el desarrollo de las semillas que pierden su piel al salir un nuevo brote. Como agradecimiento, con la llegada de la primavera, el pueblo azteca le rendía sacrificios humanos, consistentes en acribillar a las víctimas a flechazos para que esta sangre abonara la tierra —siguiendo el ejemplo del dios— y tener abundantes cosechas.
En estas ceremonias, precisamente, es donde se manifiesta el otro aspecto de Xipe Totec, el dios de la tortura penitencial, que simboliza el sacrificio y sufrimiento necesario para conseguir algo. Él envió a la humanidad las enfermedades, especialmente las de la piel, como la viruela, la sarna o la lepra, aunque también la peste y la ceguera. Una gran parte del año, el dios, desolado porque no se le ofrecían sacrificios, se retiraba al Mictlán, el infierno, el mundo interior, presidido por Mictlantecuhtli. Este mito que interpreta los ciclos de la naturaleza y las estaciones del año también está presente en mitología griega, a través de su diosa Deméter.
Mictlantecuhtli, en la mitología azteca, el dios de la muerte, señor del Mictlán, el silencioso y oscuro reino de los muertos; se asemeja al dios maya Ah puch. Se le representa como un esqueleto, o al menos su cabeza es una calavera. Los aztecas creían en la existencia de cuatro cielos comunicados, a los que se iba ascendiendo por méritos, consiguiendo cada vez un conocimiento más pleno y espiritual hasta llegar a la felicidad eterna. Pero aquellas personas que no habían llevado una vida digna eran enviadas al Mictlán, un lugar en el centro de la tierra en el que el castigo no era el tormento sino el tedio y la inercia.
Los aztecas, con el fin de tener aplacado a Mictlantecuhtli, le enviaban regalos suntuosos, entre los que no faltaban pieles de hombres desollados para que cubriera sus huesos descarnados.
Ometecuhtli, en la mitología azteca, ser supremo, cuyo nombre significa en lengua náhuatl 'señor dual', por encima de las demás divinidades y de las vicisitudes mundanas. Residía en Omeyocán, el 'lugar o cielo doble'. Como dios de la dualidad, remite a la creencia presente en otras culturas (antiguos germanos, Irán, Indonesia o África) en un ser andrógino, que representa la coincidencia de los opuestos: hombre y mujer, movimiento y quietud, luz y oscuridad, orden y caos. Esta ambigüedad primordial se refleja también en otras figuras mitológicas (véase Hermafrodita). En ocasiones se representaba a Ometecuhtli con símbolos de la fertilidad. Se creía que liberaba en Omeyocán las almas de los niños como acto propiciatorio de los nacimientos humanos en la tierra. Dentro de la jerarquía de dioses, a Ometecuhtli le seguían Tezcatlipoca, gran espíritu del mundo, y su rival Quetzalcóatl.
Chalchiuhtlicue (en náhuatl, ‘la que tiene falda de jade’), pareja femenina de Tláloc, dios azteca de la lluvia, tenía a su cuidado las aguas que corren o se estancan en la tierra y, por consiguiente, era venerada como diosa de los ríos, mares y lagos. Era también invocada como principio femenino de la vida y venerada en distintos lugares de Mesoamérica. Entre los otomíes era considerada “madre de los dioses del agua” y le rendían culto especial los pescadores y cuantos trabajaban con este elemento. Uno de sus centros de adoración se hallaba en el lago de Zumpango, en la región central de México. Otra de sus variantes, también otomí, tenía forma de serpiente con cara de mujer y una larga cabellera. Su pareja masculina, Tláloc, era el numen que regía la vida del mundo y del hombre, como señor de la tierra y como dueño de las lluvias. Su culto se originó probablemente desde hace milenios en el ámbito de Mesoamérica.
Xiuhtecuhtli, en la mitología azteca, el dios del fuego y el señor del año. Es el dueño del tiempo, una advocación del Sol; al haber sido venerado desde la antigüedad se le llama Huehueteotl, ‘dios viejo’, y se le representa como un anciano.
También es la columna que atraviesa el Universo y que va desde el Mictlán, la tierra de los muertos, hasta el cielo, atravesando el centro de la tierra, donde se encuentra Coatlicue, diosa serpiente que da vida y muerte. Xiuhtecuhtli sirve de conducto a los espíritus de los muertos en su viaje hacia el interior de la tierra. En las fiestas en su honor y en las de Xólotl se celebraban sacrificios con el siguiente ritual: las víctimas eran lanzadas al fuego y cuando estaban chamuscadas se retiraban para extraerles el corazón; éste era ofrecido a Xólotl y el resto del cuerpo volvía a ser entregado a Xiuhtecuhtli.
Xipe-Totek: dios de la fuerza, señor de las estaciones y el renacimiento, gobernante de Oriente.
Tonakatekutli: el dios de la comida, asociado con Ometekutli.
Tonacacihuatl: la diosa de la comida, asociada con Omecihuatl.
Tlaltecuhtli: el antiguo dios de la tierra.
Xilonen o Chicomecóatl: la diosa de la agricultura.
Centeotl: es el dios del maíz.
Tezcatlipoca: es el dios de la providencia, la oscuridad y lo invisible, el señor de la noche, el gobernante del Norte.
Xipe-Totek: es el dios de la fuerza, el señor de las estaciones y el renacimiento, el gobernante de Oriente.
Quetzalcoatl: es el dios de la vida, la luz y la sabiduría, el señor de los vientos, el gobernante de Occidente.
Huitzilopochtli: dios de la guerra, el sol y el fuego, gobernante del Sur.
Xólotl: es el dios de la muerte, la estrella vespertina y el gemelo de Quetzalcoatl.
Ehecatl: dios del viento.
Tlaloc: dios de la lluvia.
Coyolxauhqui: diosa de la Luna.
Meztli: dios de la luna.
Tonatiuh o Tonatiuhtéotl: dios del sol.
Centzonmimixcoa: 400 dioses de las estrellas del norte.
Centzonhuitznahua: 400 dioses de las estrellas del sur.
Tlauizcalpantecutli: dios de la estrella de la mañana (Venus).
Tlaltecuhtli: dios de la tierra.
Chalchiuhtlicue: diosa del agua, lagos, ríos, mares, arroyos, aguas horizontales, tormentas y bautismo.
Tonatiuh: dios del sol.
Tlazolteotl: diosa de la lujuria, conducta sexual inapropiada. Diosa de la inmundicia. Una de las diosas del amor.
Centeotl: el dios del maíz.
Tlaloc: dios de la lluvia.
Quetzalcoatl: es el dios de la vida, la luz y la sabiduría, el señor de los vientos y al día siguiente, el gobernante de Occidente.
Tezcatlipoca: Dios de la Providencia, oscuridad e invisible, señor de la noche, gobernante del Norte.
Tlahuizcalpantecuhtli: dios del amanecer.
Citlalicue: diosa femenina de las estrellas (Vía Láctea).
Xiuhtecuhtli: dios del fuego, el día, el calor y los volcanes.
Tezcatlipoca: es el dios de la providencia, la oscuridad y lo invisible, el señor de la noche, el gobernante del Norte.
Piltzintecuhtli: es el dios de las visiones asociadas con Mercurio (el planeta que es visible justo antes del amanecer o el atardecer) y la curación.
Mictlantecuhtli: dios del inframundo.
Tepeyollotl: es el dios de los animales, las cuevas, los ecos y los terremotos. Variación de Tezcatlipoca, asociada a montañas.
Tlaloc:es el dios de la lluvia, los relámpagos y los truenos, además de la fertilidad.
Xiuhtecuhtli: dios del fuego, el día, el calor y los volcanes.
Chantico: es la diosa de los hornos y los volcanes.
Xólotl: es el dios de la muerte, la estrella vespertina, el doble de Quetzalcoatl.
Tlaloc: es el dios de la lluvia, los relámpagos y los truenos, además de la fertilidad.
Chalchiuhtlicue: es la diosa del agua, lagos, ríos, mares, arroyos, aguas horizontales, tormentas y bautismo.
Huixtocihuatl: diosa de la sal.
Opochtli: el dios de la pesca y la captura de pájaros, quién inventó el arpón y la red.
Coatlicue: es la diosa de la fertilidad, la vida, la muerte y el renacimiento.
Chimalma es la diosa de la fertilidad, la vida, la muerte y el renacimiento.
Xochiquétzal, también llamada Ichpōchtli: la diosa de la belleza, las flores, el amor, el placer amoroso. Relacionada con la fertilidad de la naturaleza y la belleza.
Itzpapalotl: mariposa de obsidiana, gobernante Tsitsimitl.
Toci o Teteo Innan, la abuela de los dioses: la diosa de la salud.
Mictlantecuhtli: dios de la muerte azteca, señor del Mictlán que ejerce su soberanía sobre el inframundo.
Mictlancihuatl: diosa de los muertos, gobernante del inframundo.
Xolotl: Dios de la muerte, la estrella vespertina y el doble de Quetzalcoatl.
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